Ely
El reino no es para “dondocas”
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El reino no es para “dondocas”

“O reino não é para dondocas” ese es el título que me gustaría haber puesto a este texto. Pero como mi portugués escrito aún no es muy pulido, decidí escribirlo en español.

Elizabeth Fernandez Caceres
4 min
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“O reino não é para dondocas” ese es el título que me gustaría haber puesto a este texto. Pero como mi portugués escrito aún no es muy pulido, decidí escribirlo en español.

¿Qué es una “dondoca”? Según Google es una mujer que está acomodada socialmente, que hace poco esfuerzo en la vida y que se preocupa en excedo con futilidades. Es decir “una madame” (en su significado popular).

Ok, ok, ok! (Estarás pensando) Pero aquí nadie es madame. Todas estamos luchando, trabajando, llevando nuestras vidas de la mejor forma que da. Siendo dueñas de casa, mamás, empleadas, esposas, amigas, etc, etc, etc.  Teniendo una vida corrida, agotadora, y….. ¡Sí! Todo eso es cierto. Pero voy a volver a repetirlo “El reino no es para madames” (dondocas).

Me gustaría compartirles una pequeña reflexión sobre un pasaje muuuuuuy famoso que se encuentra en Provérbios 14. Muchas predicaciones, retiros y estudios se han hecho en torno a este versículo. Entonces, la verdad es que posiblemente nada de nuevo leerán. Pero, me gustaría, activar una nueva mirada en ustedes. 

Proverbios 14.1 dice “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la destruye”

No voy a hablar de la mujer necia, porque esa es fácil encontrarla. Pero quería enfocarme en la mujer que a todas (imagino yo) nos gustaría ser “la mujer sabia”. Por muchos años la imaginé  como una mujer un poco misteriosa, que leía la Bíblia y oraba 3 horas por día.  Que solo hablaba cuando era necesario. Una mujer con poca expresión de sentimientos, que no se reía mucho pero también no lloraba. Una mujer que no perdía la paciencia, ni se irritaba. Una mujer que conseguia anticiparse a las necesidades de todos los miembros de su familia. Una mujer insípida. Una mujer …que no existe... Gracias a Dios, él llamó a mujeres comunes y a hombres comunes para formar familias comunes. Para que desde “lo común” su gloria fuese expresada. Entonces la verdad es que “la mujer sabia” puede ser cualquier una de nosotras.

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“La mujer sabia edifica su casa” si vemos el original de este texto podemos saber que ese “casa” se refiere a “familia”. Es decir “la mujer sabia edifica su familia” (no la familia de otros, sino la suya propia). Pero aquí hay algo más y es aquí donde las madames y las dondocas se quedan afuera. En el original ese “edifica” hace alusión a “maestrear” “construir”  “poner cimientos”. Es decir, en palabras muy sencillas, la mujer sabia es una albañil, una obrera, una “maestra de la contru” de su familia.

Se me viene la imagen del típico obrero de la construcción:  sucio, sudado, con el pantalón a medio poto, con el casco amarillo, chamuscado debajo del sol. Haciendo un trabajo bruto absurdo para terminar la obra a tiempo. ¿Te imaginas así? (No es necesario imaginarte con el pantalón)

La mujer sabia “pone los cimientos de su familia”. La mujer sabia “construye su familia”. La mujer sabia “se arremanga las mangas para fortificar su casa”. Es por esto que el reino no es para madames. Quien quiera edificar su familia necesita pagar el precio por ello. Y el precio es duro, es sacrificial… Porque nos referimos a un trabajo “bruto”.  El trabajo de servir una familia, de donarse, de entregarse, de amar, de ir más allá no es para mujeres débiles. Es para mujeres fuertes (como diria mi hijita de dos años “fuertes y valientes”). Es para aquellas que están dispuestas a construir, a dejar un legado invisible para los hombres, pero eterno.

La mujer que quiere ser sabia tiene que apegarse al llamado de construir su casa. ¡Construir su familia! No se si ustedes se sienten así, pero después de entender mejor este texto yo me siento absurdamente responsable por los míos. ¿Cómo quiero construir mi familia? ¿Qué valores quiero que esta tenga? ¿Qué actitudes y virtudes debo enseñar? ¿Cuál será la personalidad de mi hogar? ¿Dónde estoy débil? ¿Qué debe ser mejorado? ¿Cómo enseño a mis hijos a ser así o asá? ¿Cómo enfrento la desobediencia?Etc, etc, etc.

Hay algunas cuestiones prácticas en las que he estado pensando. Pero esas las compartiré en otro texto. Por ahora, creo que conseguí pasar mi reflexión.

Que todas seamos ayudadas a tomar nuestro casco amarillo, a dejar de delegar la obra, a arremangarnos las mangas y a construir a favor de Aquel que nos amó primero.

Escrito el 8 de marzo, día internacional de la mujer.

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